DONDE HASTA EL SOL BAILA
Si aún no has ido a Río de Janeiro, ¿qué estás esperando? ¿Una invitación de Neymar para una fiesta privada? Porque créeme, hasta sin eso, la ciudad es un espectáculo. Desde que pisas Copacabana, sientes que el sol, la arena y la brisa te abrazan como si fueras un viejo amigo. Y si no te enamoras de la vista desde el Cristo Redentor, definitivamente necesitas ajustar tu sentido de la belleza. Aquí todo es intensidad: la samba suena en cada esquina, la caipirinha te hace sentir que tomaste una decisión de vida increíble, y los atardeceres en Ipanema parecen sacados de un cuadro que alguien olvidó en el cielo. ¿Miedo por la seguridad? Tranquilo, con actitud de turista despierto y sin sacar el iPhone dorado como si fuera trofeo, todo fluye. Así que deja de dudar y arma las maletas. Río no es solo un destino, es una experiencia que huele (sí, huele) a mar, alegría y un poquito de descontrol bien dosificado.

